martes, 24 de enero de 2012

Manuel J. Castilla



EL GOZANTE

Me dejo estar sobre la tierra porque soy el gozante.
El que bajo las nubes se queda silencioso.
Pienso: si alguno me tocara las manos
se iría enloquecido de eternidad,
húmedo de astros lilas, relucientes.
Estoy solo de espaldas transformándome.
En este mismo instante un saurio me envejece y soy leña
y miro por los ojos de las alas de las mariposas
un ocaso vinoso y transparente.
En mis ojos cobijo todo el ramaje vivo del quebracho.
De mi nacen los gérmenes de todas las semillas y los riego llorando con rocío.

Sé que en este momento, dentro mío,
nace el viento como un enardecido río de uñas y de agua.
Dentro del monte yazgo preñado de quietudes furiosas.
A veces un lapacho me corona con flores blancas
y me bebo esa leche como si fuera el niño más viejo de la tierra.
Miro los cachos del banano,
veo arañar sus dulces dedos de oro
y en las sandías
los genitales verdes del verano llenan mi corazón de poblaciones.
Siento que estoy tapado por luciérnagas
y que en mi pelo crece la niñez del relámpago.

Lo que pisa mi piel igual que arena lo traga para siempre.
La sombra de los pájaros es como un agua negra que acaricia mi nuca.
Una hormiga me deja su ají breve en la boca
y me voy a los tumbos en la noche
por el agujereado camino de los sapos.
¿Quién me arrima la paz de la tortuga?
¿Quién desempoza el tiempo de su cáscara?

Soy el que por la piedra lechosa del quirquincho
bebe en miel las abejas
como el rocío maduro de la música.
¿A dónde irán mis ojos llenos de hojas?
¿Por dónde en ellos vagará el cielo yéndose?

Me mira Dios y sé que aquí, yaciendo,
lo estoy haciendo despaciosamente.
De cara al infinito
siento que pone huevos sobre mi pecho el tiempo.
Si se me antoja, digo, si esperase un momento,
puedo dejar que encima de mi ingles
amamante la luna sus colmillos pequeños.

Miren mis ojos cuando yo estoy pensando a ver si es que les miento.
Zorros la cola como cortaderas,
gualacates rocosos,
corzuelas con sus ángeles temblando a su costado,
garza meditabundas
yararás despielándose,
acatancas rodando la bosta de su mundo,
todo eso está en mis ojos que ven mi propia triste nada y mi alegría.
Después, si ya estoy muerto,
échenme arena y agua. Así regreso.

Manuel J. Castilla
(Salta - 1918-1980)




sábado, 21 de mayo de 2011

Teresa Leonardi Herrán

MUJER DIBUJANDO LOS PAÍSES POR VENIR (2001)



Ha roto con el árbol genealógico.
Al señor con galera que vivía en su memoria derecha
Lo envenenó esta madrugada.
A la abuela con bucles
que en la foto se esconde detrás de un abanico
la encerró en el sótano.
Al tío que distinguía con su nariz enorme
quienes eran bastardos en familias ilustres
lo ha izado hasta las nubes para que no regrese.
En el invierno alimenta la estufa
con las hojas del Derecho Romano.
Aplaude los desastres bursátiles
y confía en los terremotos futuros.
¿Cuál dueño de los establos de occidente
podrá darle caza
a la jineta que cabalga furiosa
dibujando el mapa de los países por venir?







jueves, 15 de abril de 2010

Raquel Adet


EN LA SOMBRA


Ya oscuro
el grillo canta.
Obispo peregrino de huertos y jardines
viene del campamento de Cupido
meciéndose en el viento haciendo remolinos.
El gato venenoso le ha comido la pata
pero ensaya su tierna sinfonía en la sombra.
Roto
reseco
casi muerto
canta lleno de amor.




viernes, 25 de diciembre de 2009

Darío Villalba*

Imagen: Obra de N. Picatto


EL EQUILIBRISTA

Camina colgado
de mis ojos
salpicado de tenso silencio
con la muerte a la altura de los pies
mordiéndole los talones
como una dura sombra


No hay que confundirlo
con un ser superior
Él
____como todos
se gana la vida
ganándole a la muerte


No hay red


De todos los espectadores
solo yo sé el secreto:
nunca se muere
Si cae
para salvarlo
es la vida misma
quien le tira
un mar
o una mujer



EL BÚHO

Jamás pondrás
tu corazón en mí
pequeño canario
Basta ese cuerpo
manchado de tanta noche
______(en el que apenas puedo organizar mis movimientos)
y el exceso en mis ojos
que no pueden sino asustarte
No me dolería romper
el compromiso adquirido con mi especie:
entraría con sangre
a cualquiera de tus besos

___________________Erguido sobre su derrota
___________________asomando su soledad a los barrotes de la jaula
___________________se queda contemplándolo:
___________________como en una muerte
___________________sufre lejanía


EL FANTASMA

Ya casi
no quedan fantasmas
Están en extinción
Si alguien quiere uno en su casa
debe inventarlo
o recurrir a los fantasmas del pasado

Si usted tiene uno
cuídelo:
______al verlo
______golpee su cara con gestos de terror
______arañe su garganta con desesperados gritos
______impúlsele a sus piernas
______un salto o una carrera
porque si no
se le va a ir

El mío partió
cuando me hice grande
incrédulo de todo

Con la noche rebalsando en mis ojos
(sin más susto que las deudas)
lo recuerdo

Pensé que era eterno
como todo lo que nace con la muerte
Ahora
solo está en mi memoria
donde todo
queda lejos




LA MADRE

Hay veces que creo
que todo es cielo

Pero no es cielo
el baño de la terminal
No es cielo
dormir bajo la sombra de la rutina
o ver
en plena melancolía en que uno anda
llegar a la muerte
de un sola herida
No es cielo
________si el acorde no viene de su boca
________si la explosión de su sonrisa
________no llega a mis oídos

Sí es cielo
estas arterias destapadas
este metro sesenta y seis en que ando
y me ubica
en lo inmediato de besarla

Ella no es tan exigente
Para sus ojos todo es cielo
Alcanza mirarla caminar
atada al mundo
por un hijo



* Consideraciones, 1° edición, Salta, 2009.


lunes, 23 de febrero de 2009

QUINO: "Mafalda"



Para ampliar, hacer "click" sobre la imagen.



domingo, 16 de noviembre de 2008

Microcuentos inéditos de la próxima obra de Manuel Arduino: “EL AIRE DE LOS ABISMOS”




LOS PASOS


Caminó dos pasos y el abad retrocedió dos pasos.

Caminó cuatro pasos y el abad retrocedió cuatro pasos.

Retrocedió seis pasos y el abad avanzó nueve pasos y cuando estuvo al lado del acólito le dijo:

-Para acercarse a la esfera de la verdad es preciso mantenerse en nuestro verdadero lugar y desconfiar de toda inútil temeridad.

El discípulo agachó la cabeza avergonzado.

El abad prosiguió:

-Pero lo más importante es saber que este lugar nunca es nuestro verdadero lugar.




EL PRIMER INVENTO


-¿Alguien sabe cuál fue el primer invento del hombre?

-Creo que fue la rueda.

-Ese fue su segundo invento. El primer invento del hombre fue el error.

-¿El error?

-Una vez que inventó la rueda ya era demasiado tarde y el error llegó mucho más lejos de lo que el hombre más sabio de la tierra jamás podía imaginar.




EL ALMA DE UN BESO


¿Respeto y solidaridad? Cuando un hombre va a morir, cuando un hombre pobre, un mustio capullo del que se ha escapado la mariposa, está a punto de ser abrasado por las benditas llamas de la muerte, nadie resigna su orgullo ni cede un milímetro en su afán de pendencia y de pavoneo.

En esta ciudad de cien mil aromas delirantes, en que los santones se desdibujan al resol caminando quedamente tras sus dioses venerables, sólo cuenta un hombre que ha perdido todo: el poco de esperanza que le quedaba, su mujer y sus hijas, el alud de amigos ruidosos que lo acompañaba a todas partes.

La estación del monzón acabó con la casa y con las vidas de tan pálida existencia. Y sólo el último beso de la pequeña Radhija, a la noche, mientras la arropaba entre las sábanas turquí que le hilé con mis propias manos; sólo el beso de la pequeña ardilla de mis días de dicha quedó estampado para siempre en el alféizar de mi alma.

Ni siquiera las llamas de la liberación me arrebatarán el beso maravilloso de mi simiente.

Los besos de mi mujer fueron faisanes de un verano de color desmedido, colores húmedos de un verano.

Los besos de mis amigos, sus mejillas sudorosas, los besos en las plantas de los pies del saddhu que venía todos los años en peregrinación; los besos rituales al icono de la diosa del Ganges, todo eso se extinguió. No hay pasión ni memoria redentora en nada de eso.

Mi alma anhela las febriles llamas.

Y ahora, una vez que rocíe mi cuerpo con brea, antes de aproximarlo a la antorcha, en el sitio desquiciado donde una vez se irguió la morada de la niña de mi beso, ahora, con mis labios coriáceos, beso el polvo del camino.

Beso una y otra vez el polvo que también baja de la montaña, con las turbias aguas del río fundamental.

Beso el reseco cenagal y me vuelvo el hálito de las pequeñas deidades de la brisa.

Ahora cuando encienda el fuego en mi cuerpo postrero, aquel beso final abrirá las puertas del oscuro valle de la muerte. Y a través del amor de mi hija muerta seré conducido a los pies del Supremo Destructor, de Shiva, el Magnífico.

Y cuando esté a sus pies, a los pies de quien todo lo abate, lo oblitera, lo aniquila, le pediré una cosa. Una sola gracia.

Que aquel beso se transforme en un alma humana en quien alguna vez mi corazón –un nuevo y eterno corazón- pueda deleitarse.

Que vuelva a nacer cuando ella nazca.

Porque quiero nacer en una nueva tierra y amar una nueva alma, capaz de besar tan hondo como los vientos que enmarañan los picos de los montes sagrados y las magras hierbas donde antes pastaba mi peregrina vaca.




LOS JURAMENTADOS


Los juramentados son la misma cruz, pero no exhiben crucifijo.

Absorben la cadena de los segmentados en las terribles ordalías nocturnas sobre el lecho de Procrustro, hasta la línea más expandida de la esfera interior.

Son rebeldes de toda náusea sacrosanta y de los favores del mundo, pero son dóciles ante la nutricia vaca que pace al sol. Ante la clepsidra y el dédalo.

Los juramentados convierten los espejismos en documentos de identificación y los traducen a la ingenuidad humana.

Convierten los barrotes en deseos satisfechos, las celdas en cámaras del yo. Y, por sobre todo, los caminos pedregosos en el paso que comunica la mente con el corazón.

Pontífices prodigiosos del arco iris interior.

¿Cómo realizan esos prodigios?

El juramento sellado transportó a la quintaesencia del espacio el secreto del mundo de la acción.

Los juramentados enseñan ese secreto dibujando en la arena flores de todas las denominaciones y en el idioma perfecto, la única palabra, la palabra “no”.

Poderosa palabra, raíz de toda creación. Faro del Esplendor.




EL HIJO DEL CHAMÁN


El hijo del chamán estaba loco.

Se había adherido a la secta del crucifijo.

Los espíritus del bosque atormentaban a su padre.

Sólo había un camino.

Debía padecer la locura que consume al hombre pálido.

Debía embriagarse con las palabras de credos absurdos.

Con la energía de la arrogancia universal.

El chamán no impidió que se marchara.

Sólo le preparó el caballo.

Después bebió de la bebida secreta.

Y se refugió en el reino que lo estimulaba a la acción.

Y desde allí vio a su hijo vestido de negro, a pie, a caballo, profesando la fe más tortuosa de la tierra.

El espesor de la demencia iba a desaparecer un día.

El espíritu del cuervo sería el dios de su hijo en adelante.

Aunque el sacerdote no lo supiera.

Un chamán hace votos perpetuos, tiene cargas y faenas perpetuas.

Y los espíritus cumplen y exigen lealtad.

Un dios aéreo y protector del pájaro negro para su hijo.

Y en el bosque los espíritus sentirían beneplácito.

Con el tiempo puede que los hombres pálidos adorasen al espíritu del cuervo, al espíritu que es la corona del linaje del ave caprichosa.

Eso era algo muy superior que rendirle culto al espíritu de los cadalsos, de la luna y de las cruces.

Al espíritu nauseoso de los arribistas metafísicos, de los hombres barbados que materializaban sus motivos de fe. De los hombres de muy poca fe.


Manuel Arduino








viernes, 12 de septiembre de 2008

OLIVERIO GIRONDO



“Nocturno”


Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana.
Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos.
Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas.
Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón.
¿A qué nos hace recordar el aullido de los gatos en celo,
y cuál será la intención de los papeles
que se arrastran en los patios vacíos?
Hora en que los muebles viejos aprovechan para sacarse las mentiras,
y en que las cañerías tienen gritos estrangulados,
como si se asfixiaran dentro de las paredes.
A veces se piensa,
al dar vuelta la llave de la electricidad,
en el espanto que sentirán las sombras,
y quisiéramos avisarles
para que tuvieran tiempo de acurrucarse en los rincones.
Y a veces las cruces de los postes telefónicos,
sobre las azoteas,
tienen algo de siniestro
y uno quisiera rozarse a las paredes,
como un gato o como un ladrón.
Noches en las que desearíamos
que nos pasaran la mano por el lomo,
y en las que súbitamente se comprende
que no hay ternura comparable
a la de acariciar algo que duerme.





O. Girondo

Buenos Aires, (1891-1967)








jueves, 21 de agosto de 2008

ANTONIO NELLA CASTRO


“Canto a Salta”


Allí donde galopa el Mojotoro-(rio salteño) y la tierra se entrega en un sonoro perfume a palo santo, hay una tierra algarrobera, hay un terruño toro, que sube rumbo al canto, usando el corazón por estribera.


Hay un país con melgas y muchachos, encendido de ceibos y lapachos, hay un ámbito de nido, sabroso como humita envuelta en chalas, un limite de machos, que monta hecho alarido, en el humo animal de las bagualas.

Hay un pais de pelo de una laya, donde habitan la ulua y la papaya, una comarca amicha (siamesa), que acollara la selva con la puna, y en épocas de chayas fermenta como chicha, en la fresca de la luna.


Es un país que baja con las aguas tirando como flechas a sus guaguas al centro del paisaje. Donde esconden sus mieles las colmenas, con veranos como fraguas, que yescan el obraje, y le dan un amargo gusto a pena.

Es un país con bueyes y senderos, por donde silban largo los hacheros, y de tuscas y mistoles que descargan mazorcas de chicharras, con hondos chalchaleros y changos de guitarras, hondeando lagartijas y colcoles. (col-col-pájaro que emite un canto símil a esa palabra)

Sus días son ardidos y guasunchos, (corvados) y bajan hasta el techo de los ranchos tusandoles la giba. Y tienen en las calidas mañanas un pozo de caranchos cavado cielo arriba, en busca de distancias artesianas.


El hombre es solo un árbol que camina, nada mas que una verde “cina-cina” que vive como puede. Es solo un árbol con los ojos fijos, una carnal harina que amasa y nos concede, el pan siempre barato de los hijos.

Es un árbol morrudo que se mueve, casi un “cebil” (árbol) que diariamente llueve su sombra a chaparrones. Es un juntador de hachazos que apenas si se atreve a darnos sus canciones y la honrada madera de sus brazos.

Si esta en el “vino alegre”, es TODO SALTA. y el alma se le va cansina y alta, por anchos madrejones. Y ronda crespa entre las selvas bajas, carnosa como palta, moliendo plantaciones, en el lento mortero de las cajas.

Y si en el “vino bravo” se divierte, buscándole las patas a la muerte. Y el resto que le queda se lo pone lo mismo que un anillo, para hurgonear la suerte, tirando una moneda que gire con la vida en el cuchillo.

Su cuerpo es una cuota del paisaje, casi un recodo que se va de viaje,. Es una flauta humana, que cuando el aire o Dios, o alguien la sopla derrama su linaje de música alazana, en el caliente arroyo de la copla.

Es una taba que cayo “pinino”-(de punta en equilibrio), y la dejaron sola en el camino. Es una fértil y fresca agricultura. Es un viejo campesino que viene a nuestro encuentro, con las manos repletas de ternura.


Se parece a la lluvia. Y se parece al río Colorado cuando crece hartado de pereza. Y es familiar en mucho a esos cigarros que veces nos ofrece moviendo la cabeza, igual que tentemozo de los carros.

Es un silencio herido por un grito que quiere acariciar el infinito. Cuando la voz se alarga al lado del caballo y de la huella. Un ávido distrito. Casi una flor amarga, brotando sobre el anca de una estrella.

Yo que llevo su tierra y su tormenta, y es la que a los dos nos emparenta un mismo y limpio techo. Lo tiemblo desde el alma hasta los poros. Y su aire me alimenta entrándome en el pecho, lineal como el mugido de los toros

Cuando miro que llora su corteza, y se le hace resina la tristeza en los troncos mas gruesos por el poco de guiso que le falta me duele su pobreza y hermano hasta los huesos, les digo a los amigos: “Soy de Salta”.

Soy de Salta, sus cerros y sus ríos, De sus valles con claros sembradíos. De sus gentes conformas que llegan con el bombo y con el santo por únicos avios. De sus noches enormes que suben rumbo a Dios y rumbo al canto.

Soy de Salta, de Moldes, de La Poma, de sus tardes con pájaros de goma. De ese viento padrillo que llena mi provincia con su cría. Y del dolido aroma que corta con cuchillo, las simientes de su amable geografía.

Soy de un país hermoso y permanente. Con algo de otoño combatiente metido en sus entrañas. De un país de dulces “quirusillas” que riega su simiente con agua de montañas, para que crezcan alto sus semillas.

Soy tierra, todo tierra pero de ésta. Y se que, carne al mar la llevo puesta, rumbeando al corazón con el alma colgada con los tientos. Por mi se manifiesta y sale hecha un malón de sangre abierta hacia los cuatro vientos.

Soy de Salta, paisanos y hago falta. Tan solamente por que soy de Salta. Mi tiempo se cultiva cuando transita con su alforja al hombro. Y hasta la piel se esmalta. Agatas la saliva me contagia, el sabor con que la nombro.


La tengo de los pies a los cabellos y aspiro en mis pulmones sus resuellos. La siento hasta la cepa. La llevo hecha tonada en el oído, la toco entre mis valles, y escucho que me trepa, juntando continente y contenido.


Porque soy—salteño como todos—mellizos en las penas y en los modos. Cuñados en lo guapos, cumpitas en la aloja y en los puyos. Y hundido hasta los codos me voy hacia el guarapo, por el trapiche azul de los coyuyos.


Porque amamos la tierra por sentida, sabiéndola la carne de la vida. Y el hombre, todo el hombre esta hecho a su entera semejanza. A su misma medida, tal como si su nombre
Fuera el exacto fiel de su balanza.


Porque de tanto andar por las quebradas, nuestra sangre conoce sus aguadas. Y bebe limpiamente. Y bebe con la “chuña” (cigüeña del monte) y el helecho, las flores apretadas que nos mojan la frente, y nos sacian los cantaros del pecho.


La tierra nos conforma la presencia, nos mide la estatura y la existencia. El intimo paisaje. Y alzando su galaxia montonera, nos muestra la querencia, en tanto que el linaje, se sale de la piel tacuara afuera.


Nos grita en el Abuelo y en el Tata. En la gente de bota y alpargata. Nos tienta con su duende. Y al darnos su brutal acometida, igual que garrapata sentimos que se prende, de la parte mas honda de la vida.


Por eso digo siempre: Soy de Salta, soy de Salta paisanos y hago falta.


Antonio Nella Castro





jueves, 14 de agosto de 2008

SARA SAN MARTÍN


"Hilando"

Guardo mis espaldas
con el rocío de cada amanecer.
Yo nada tramo.
En el rincón más olvidado
de la casa
alguien hila por mí
en la Rueca del Sueño.
Ellos, los pescadores
de las redes rotas,
ellos sí.
Traman.
Guardan sus espaldas con azufre
con amuletos de alcanfor.
En la casa vacía
nadie hila por ellos
en el Huso de la Eternidad.




"Infancia ajena"

Breve fuente de risas de mi infancia,
¡amiguito lejano!
Te recuerdo en una siesta
redonda de naranjos.
Huerta en acecho. Fiesta de esa hora
en que dicen los niños;
Agria la voz de zumo y carcajadas,
__ ¡Hemos roto el alambre, hemos robado
frutillas y manzanas!
Es parecido a ti este recuerdo
de tierra ardiente y cielo amordazado.
Y hasta las rubias curvas de la ronda
en el paseo fresco por el parque,
familiar de palomas.
Nada más… que no tuve tal infancia.
¿Y tú?, no sé tampoco dónde estabas.
Por mis ojos oscuros, muchas veces, sabía
que los caminos que aguardaban dentro
llevaban a una siesta con tu alma.





“Necesito el alma del mundo”

Necesito el alma del mundo para llenar mi vida,
pero el tiempo atraviesa por mis ojos
meridianos de lágrimas.

Improviso un otoño que limite mi soledad infinita
y atardecen en notas congeladas
el suspiro y la dádiva.

Así latía yo por cada hombre,
como un inmenso corazón de angustia,
con un solo destellos por el pulso
que aceleraba mi visión de estrella.
Pero iré más allá de cada cosa,
incluida en cada átomo del río.
Quiero hacer una hoguera con mi alma
donde el mundo produzca su deshielo.

¡Si pudiera afrontar cada destino…
o ver a cada hombre sustentado en mi pecho.

Si me cupieran todos los sollozos,
por el gris sobresalto de los niños,
o por cada soldado con un arma,
por cada criatura de la tierra!...
¡Si yo pudiera destruir mi alma
para consolidar el universo!




“En cifra para ella”

El águila tenía el corazón entre sus garras
dijo:
Cómetelo, es tuyo.

Yo no sabía lo que estaba por devorar
pero la solitaria de la cumbre me fascinaba.

Me lo comí
y hace tres mil años que estoy planeando
sin descanso.

El viento, a veces, me lleva hacia los barrancos;
de las horadadas peñas se alzan chillando
bandadas de loros.
Los escandalizo, me rechazan.
Ellos son verdes, sinceramente verdes.
Los respeto por eso,
no se destiñen ni con el sol ni con la lluvia.

Me repliego hacia lo alto
más cerca de ella, mi anfitriona.
Su rapiña me aguarda
su pico y sus garras me arrancarán los párpados
por ese corazón que me he comido.





"Soy una mujer"


Nada vengo a decirte sino que soy una mujer,
me han llenado el corazón de anchura
y tengo para dar desde él, la creación del orbe.

Porque cada estatura o cada molécula,
pertenecen al amor. Es el único arquitecto.
Y es en mi corazón donde Dios dejó olvidado,
el amor que está faltando al mundo.

He venido con mi ternura…
como sosteniendo a un niño.

Sólo los niños tienen el olor a ternura que yo abarco.

No he venido a cantarte…
vengo a darte de mí las regiones más pródigas,
por eso los marineros que navegan mi sangre
abordarán tu barco.
Vine a extenuar mi corazón y mis senos en el mundo,
quiero hacer la criatura terrestre como el mejor presagio.
Haría sonreír al Universo…

oscureciendo mi alma, aunque estés de soslayo,
advirtiendo mi desprovimiento y mi altura.

¡Sólo soy una mujer…
una gran mujer extendida al oriente!

Desde él viene algo hacia mí
y desde mí se proyectan los climas,
y la nueva epopeya solicita en mi sangre
el pasaje del mundo.

Vine a decirte esto:
Tengo el itinerario de tu viaje…
lo tengo yo.

Me llenaron de amor para entregártelo.



Sara San Martín








jueves, 7 de agosto de 2008

EMMA DE CARTOSIO


(1928)


"Self Service"


Iba sola y se servía un steak con papas fritas

una fruta quizás pan, y se sentaba junto a la pared

o la vidriera porque iba temprano o muy tarde.

Una mañana llegó con la multitud; su bandeja

tropezaba con gestos actitudes movimientos

y tal vez para huir de sí misma se sirvió nada

sentándose a contemplar sus árboles de Cluny.

Un camarero y la señorita de los tickets

la echaron entre las risas contenidas

de la gente que come comida sin árboles

que bebe sin otoño, que ama sin amor.

Hicieron bien.


E. De Cartosio




lunes, 21 de julio de 2008

JUAN LAURENTINO ORTIZ


(1896 - 1978)


"Ella"

Ella anuda hilos entre los hombres
y lleva de aquí para allá la mariposa profunda
ala del paisaje y del alma de un país, con su polen...


Ella hace sensible el clima de los días, con su color y su
perfume...
a su pesar, muchas veces, como bajo un destino.
Testimonio involuntario, ella,
de un cierto estado de espíritu, de un cierto estado de las cosas,
en que la circunstancia da su hálito...


Pero se dirige siempre a un testigo invisible,
jugando naturalmente con la tierra y el ángel,
el infinito a su lado y el presente en el confín...


Mas es el don absoluto, y la ternura,
ella que es también el término supremo y la última esencia
con las melodías de los sentidos y los símbolos y las visiones y
los latidos
para el encuentro en los abismos...


Mas tiene cargo de almas, y es la comunicación,
el traspaso del ser, "como se da una flor", en el nivel de los
niños,
más allá de sí misma, en el olvido puro de ella misma...


Y no busca nunca, no, ella...
espera, espera toda desnuda, con la lámpara en la mano,
en el centro mismo de la noche...



"Sí, mis amigos, allí en esos rostros"


Sí, mis amigos, allí en esos rostros está el rostro.

El rostro que en la noche, en medio de la tempestad, entre relámpagos,

en medio del martirio, con la sonrisa última muchas veces,

algunos entrevieron y saludaron como un alba.

La poesía también fue, la poesía también es, un llamado en la noche,

tímido o firme, pero un llamado hacia ese rostro.

Acaso la belleza esté allí. Estamos seguros de que la belleza está allí.

En ese resplandor que casi vuelve imprecisos los rasgos.

Sin velos. Como la luz de las aguas y de las flores en un puro mediodía.


O como la del corazón que ha encontrado su centro.

Y las manos; ah, las manos que sufrieron las cadenas y sangraron, las manos,

son aquellas, sí, aquellas que allá tejen la guirnalda del sueño

a lo largo de la tierra en la casa común.

Veis los dedos ahora finos afiebrados en torno a de los tallos y de los pétalos,

y de los pulsos precisos, y sobre las “páginas que defienden su blancura”,

y sobre los silencios, tantos silencios, que luego han de cantar?

Veis el gesto abierto hacia la colina que despierta como una novia o como una hija?

Veis el gesto desvelado sobre el paisaje de las infinitas respuestas

en la escala toda, relativa del vértigo?

Pero veis sobre todo, pero sentís sobre todo,

que por las manos ahora fluye, recién fluye, la corriente,

la clara, la profunda corriente en que la criatura puede mirarse de veras y ver el infinito?


Sí, mis amigos, allí en esos rostros está el rostro.

La belleza está allí, nuestra belleza.




"Nada más que esta luz"

Nada más que esta luz, otoño.

Nada más que esta luz.

El éxtasis, el éxtasis,

entre el cielo y la tierra, suspendido,

mejor: que se abre y se dilata como un alma

profunda pero de una

claridad delicada de serenos

pensamientos sensibles.

Nada más que esta luz, otoño,

otoño, nada más que esta luz

que penetra sutil

las cosas

pero queda

alrededor de ellas, como temblando,

sensitiva y casi pudorosa.

Nada más que esta luz, otoño.

¿Es de todos esta luz?

La calle humilde está

traspasada, y como elevada,

ligera,

en esta dicha etérea.

Pero a todos llegas, otoño,

a todos llegas en esta tarde

en que hay manos translúcidas y eternas

que hacen signos tiernos en el aire?



Juan L. Ortiz








jueves, 17 de julio de 2008

TABARÉ - GUINZBURG




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martes, 1 de julio de 2008

FACK


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domingo, 29 de junio de 2008

SANTOS VERGARA



"La Sirvienta"

Vendrás a mí, como siempre, envuelta en el silencio de tu cansancio, con tu aroma de cebollas y lavandina en los dedos, con tu sonrisa de coral y azúcar, buscando en mis brazos la tibieza de otra tarde. Y nos iremos juntos, tocándonos las manos, caminando por las veredas anónimas del pueblo, mientras mi bicicleta irá rodando su celo a nuestro lado y las sombras vendrán a la distancia lamiendo nuestras huellas.

En la plaza, buscaremos el banco de siempre y allí instalaremos el estremecimiento de nuestra ternura, mientras los últimos pájaros buscarán refugio entre los árboles y una constelación de faroles se encenderá a nuestro alrededor. Entonces miraré en silencio la humedad de tus ojos, hundiré en la noche de tus cabellos mis dedos todavía manchados de cal, secaré una a una tus lágrimas con mis besos y te nombraré mi reina para siempre. Qué importa, mi vida, que tu patrona haya comentado a su vecina, entre irónica y medieval, que el sujeto que merodea la puerta de servicio “es el peor, es nada de mi sirvienta”. Cuando sea realidad el castillo que soñamos y sea nuestro el príncipe que la habite, ya no necesitarás volver a la sombra de esa casa con fachada de paraíso y corazón de infierno.


Santos Vergara



"El perro"


Dejamos la fiesta en su plenitud. Afuera la noche era inmensa y gratificante. Las paredes parecían flotar en la oscuridad. Hasta nosotros llegaban los retazos de música, la caótica alegría de los otros. Las flores de tus trenzas me guiaban. Ibas adelante, como una sombra entre las sombras, por un camino en pendiente que sólo tus pies conocían. Lejos quedaba el tajo de luz por donde nuestros cuerpos habían escapado. ¡Cómo lloraban los erkes sobre el pueblo dormido! Alrededor se alzaban los cerros como catedrales fantasmales. Yo iba aferrado al hilo de tu risa, ascendiendo hacia un cielo sin estrellas, buscando el espacio donde pudiéramos desatar toda nuestra ternura. Pero nos detuvo el ladrido de un perro en la ladera, la voz que pronunció tu nombre. De pronto tus manos rozaron apenas mi rostro, como leves mariposas en fuga. Quise atraparlas, pero solamente conseguí un susurro: “¡mañana!”, y tus alas se hundieron en la noche.

Dolorosa fue la tarea de descifrar el camino de regreso. Todavía lastima mi memoria el llanto desconsolado de un perro.

Santos Vergara



"El jardín"


Mi madre tenía un amplio jardín en un costado de la casa. Lo cuidaba primorosamente, dedicándole las mejores horas del día como una parte fundamental de su existencia. Todas las mañanas saludaba a sus flores con una sonrisa y las acariciaba tiernamente, y les quitaba cualquier hierba mala que estuviera acechándolas. Ellas parecían celebrar alborozadas la presencia de mi madre. Había una gran variedad: rosas chinas, gladiolos, geranios, claveles, crisantemos, margaritas, dalias y otras especies que adornaban el año entero nuestra casa. Las personas que nos visitaban no podían evitar la fascinación del jardín, y ella sentía un orgullo muy particular, cercano a la felicidad. Era como su mundo propio. Nadie podía ingresar al jardín sin su consentimiento. Una vez, persiguiendo los colores de una mariposa, me extravié en sus laberintos, y ella me rescató de un brazo, y llena de horror y de indignación me advirtió que no volviera a intentarlo. Tampoco permitía que sus flores se vendieran. “Son mis hijas – solía decir- y siendo mis hijas, ellas no tienen precio”. Solamente cuando alguna amiga suya o un buen vecino fallecía, sus manos se atrevían a violentar el jardín. Con tristeza infinita, piadosamente, solía arrancar las flores hasta completar un ramo de diferentes colores, y personalmente las llevaba y depositaba sobre el pecho del difunto. Mi padre le recriminó muchas veces por esta mezquindad, pero ella solía defenderse diciendo que en este mundo solamente el jardín era suyo.

Un día mi madre decidió marcharse y tuvimos que regar sus flores con nuestras lágrimas. Todavía la recuerdo yéndose, impávida, por el largo camino del pueblo, con todo el jardín encima.

Santos Vergara

Escritor salteño